Había una vez un científico que había creado su mejor invento que iba solucionar todos nuestros problemas con personas.
Así paso el tiempo y el científico había muerto. El elixir estaba enterrado con el científico, pero un día muy lluvioso desapareció el elixir y nadie sabía quien lo había robado.
Nadie sabía que un niño lo había robado para algo muy importante. Era para que no le peguen a él por todo lo que hace su hermano. Se lo dió a su hermano y asi fue como la mamá del niño se había enterado de todo lo que hacía su hermano y que le culpaba a él.
La madre se disculpó con el niño por todo el daño que le había causado y el niño la perdonó. Su hermano se llevó todo el castigo que siempre tenía que recibir.
El niño devolvio el elixir al guardia que cuidaba el cementerio, y el guardia le preguntó por qué lo había tomado. El niño le contesto, "lo tomé para hacer justicia de lo que era injusto," y se fue. El guardia no había entendido.
Pasaron algunos años y el niño había muerto en un accidente, y el guardia estaba en su entierro. El guardia, al verlo, lo entendió todo.
La moraleja es que hay que hacer justicia de lo que es injusto.